Yo, adolescente: la voz de una generación?
- Natalia Intili
- 28 ago 2020
- 3 Min. de lectura
Yo, adolescente es una película argentina protagonizada por Renato Quattordio, con guion y dirección a cargo de Lucas Santa Ana. Se estrenó a finales de julio a través de CineAr Play y por un tiempo limitado se pudo ver de manera gratuita. Actualmente no está más en la plataforma pero se encuentra fácilmente en internet.

La historia se basa en el libro homónimo escrito por Nicolás Zamorano (conocido como Zabo), el cual consiste en una recopilación de los textos que escribió en su blog durante su adolescencia, en el año 2005. Allí, narraba hechos cotidianos de su vida y reflexiones acerca de la amistad, el amor y la identidad sexual. La historia en sí comienza cuando uno de sus amigos se suicida de manera repentina. A partir de este hecho, Zabo, en su intento por lidiar con la situación, encuentra un canal de descargo en la escritura y comienza por construir su definición de lo que es un adolescente, en lo que sería una especie de manifiesto. A medida que vamos conociendo más al protagonista lo vemos tratar de descifrar su lugar en su grupo de amigos y comenzando a experimentar sus primeras relaciones amorosas. En la búsqueda de un amor ideal empieza a tener sentimientos confusos hacia su mejor amigo Tomás (Thomas Lepera), lo cual lo lleva a cuestionar su sexualidad. Para aclarar sus gustos comienza una relación secreta con Ramiro (Jeronimo Bosia), un compañero de curso, y otra con Tina (Malena Narvay), una chica unos años mayor que tiene novio.

El film abarca un conjunto de temáticas relevantes y complejas en torno a la adolescencia que siempre están en discusión, pero lo interesante en este caso es el punto de vista. Teniendo en cuenta que la mayoría de las producciones que tienen adolescentes como protagonistas están escritas por adultos, es ciertamente novedoso que sea la voz del mismísimo Zabo adolescente la que construye el relato. Aunque es ingenuo pensar que no hubo adiciones o modificaciones para darle forma tanto al libro, como a la película, se da a entender que en última instancia estaríamos siendo espectadores de lo que pasa realmente dentro de la mente de un adolescente.
Desde el minuto cero queda claro que Yo, adolescente busca apelar a la nostalgia de quienes vivieron su adolescencia alrededor del 2005. Encontramos escenas con mucho cuidado en los detalles, los cuales permiten recrear cierta esencia de lo que marcó a los jóvenes en aquellos años, como la vestimenta, la tecnología y, sobre todo, la música. A pesar de que al filme se lo mencionó bastante en relación al contexto post Cromañón en el que se desarrolla, la tragedia se desvincula rápidamente de la trama quedando reducida a un mero hecho de fondo. La única consecuencia real que tiene en los protagonistas es el hecho de que siendo menores de edad no puedan entrar con la misma facilidad que antes a recitales o bares o boliches, por lo tanto se ven forzados a ingeniárselas para hacer fiestas en otros lugares.

Tanto el punto de vista del relato, como su componente nostálgico, son el gancho más fuerte de la película, los elementos que la hacen atractiva y dan ganas de verla. Sin embargo, a medida que nos adentramos en la trama quedan en evidencia sus puntos débiles. Si bien podemos encontrar diálogos con temas prometedores tratando de descifrar el amor, de entender y confrontar sus sentimientos, las amistades y la identidad sexual, la mayoría de las veces son dilapidados por frases que suenan más a un doblaje latino que a una representación de la forma en que nos comunicamos los argentinos. Esto hace que inevitablemente se rompa el verosímil y se genere un distanciamiento. Asimismo, esto da como resultado actuaciones un tanto acartonadas ya que la corporalidad de los actores no termina de encontrar el modo de acompañar esos diálogos.
Hacia el final, la historia da un volantazo desconcertante, abrupto, sucedido por escenas sobredramatizadas y efectistas. La voz del padre se introduce en el relato, lo que genera que en esa instancia la película pase a convertirse en un cuentito de precaución con moraleja para los padres de adolescentes. El hecho de que un adulto tome la palabra al final de la historia le quita autoridad a la voz del adolescente que se venía construyendo y así, la película pierde contundencia. Si bien la trama es bastante floja, el film tiene sus momentitos y es rescatable su dedicación a la hora de visibilizar situaciones que en esa época no se hablaban con la apertura con la que se hace hoy en día, como los vínculos de amor y amistad entre varones, la salud mental y la responsabilidad afectiva.
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