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La corazonada, una nueva apuesta de Netflix

  • Gabriela Ortiz de Guinea
  • 24 jun 2020
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 10 jul 2020

Días después del comienzo de la cuarentena en Argentina, Netflix lanzó su “top 10” de las películas y series más vistas en el país. Dentro de ella se encontraba La corazonada, el primer largometraje original producido íntegramente en Argentina por la aclamada plataforma de contenido on demand.



El 28 de mayo de 2020, la plataforma de streaming más popular del país estrenó La corazonada, precuela de Perdida (2018), nuevamente bajo la dirección de Alejandro Montiel. Este nuevo film, al igual que su antecesor, es una transposición de la novela de Florencia Etcheves (La virgen en tus ojos), que en esta oportunidad también participa como coguionista.


En Perdida, Manuela Pelari (Luisana Lopilato) era una agente de la policía que ponía todos los recursos a su disposición para reactivar la búsqueda de su amiga desaparecida años atrás. Salvo algunos pasajes, La corazonada no presenta grandes datos que sirvan de referencia a Perdida, por lo que ambas películas pueden verse en forma separada sin que se pierda la continuidad del relato.


En esta nueva entrega, Manuela es una policía recién salida de la academia que se integra un grupo de investigación por el asesinato de Gloriana (Delfina Chaves), una chica de tan solo 19 años. Cuando Minerva (Maite Lanata), amiga de la víctima, se culpa por el crimen sin haber evidencias de ello las dudas empiezan a florecer y el caso adquiere nuevos rumbos. Pero este no es el único trabajo de Manuela, ya que paralelamente debe investigar a su jefe, Francisco Juanes (Joaquín Furriel). Este experimentado investigador, reflexivo y siempre serio, es sospechoso del homicidio de un joven. Manuela debe descifrar si su compañero pudo realmente haber cometido el crimen o no.



Es así como este thriller presenta dos tramas, dos asesinatos que deben ser resueltos de manera paralela. Una propuesta que podría haber llegado a ser muy atractiva si no hubiese sido por los problemas irremontables del film. El trabajo de los actores deja mucho que desear, pero no por su calidad actoral, sino por marcaciones y direcciones que parecen no permitir que los personajes exploten, demostrando por lo menos emociones básicas. Tal vez esto se deba a una carencia en el cine de género argentino que busca ser ordenado y correcto, con diálogos donde los personajes preguntan y responden sin salirse del texto, esperando que les toque su turno. Recitar diálogos de forma automática parece ser la premisa de La corazonada.


Por otro lado, la intención de volver al film un producto for export, hace que se pierda el costumbrismo argentino, y que se caiga en clichés americanos que lejos están de nuestra cultura. Investigadores que luego de una jornada laboral terminan el día tomando cerveza en la barra de un bar con luces bajas y rodeados de gente jugando al pool parece más salido de una serie policial de Hollywood, que de efectivos de la fuerza bonaerense. Esos detalles llevan a que el cuidado técnico y bien logrado de la película pierda fuerza en el conjunto del relato.


Pero su gran problema radica en el guion. A la historia le cuesta avanzar, no fluye, sus planteamientos se vuelen giros narrativos sin fuerza. Para el momento de develar los crímenes y la identidad de los culpables el espectador ya pierde el interés. Sumado a eso, la sobreexplicación de los hechos lo vuelve aún más tedioso. Esto hace que a pesar de contar con una buena fotografía, y del parecido con aquellos policiales españoles que tanto cautivan al público argentino, La corazonada no logra cumplir las expectativas puestas en lo que es el primer largometraje de Netflix producido en Argentina.



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